miércoles, 24 de septiembre de 2014

EXPULSION DE LOS JUDIOS

            El 30 de marzo de 1492 los Reyes Católicos publican el Decreto de expulsión de los judíos:

por la qual mandamos a todos los judíos y judías, de cualquier edad que sean, que bien e moran e estan en los dichos nuestros reynos y señorios, asy los naturales dellos como los non naturales, que en cualquier manera y por cualquier causa hayan venido y estan en ellos, que, fasta en fin  del mes de julio primero que viene deste presente año, salgan todos de los dichos nuestros reynos y señorios, con sus fijos e fijas e criados e criadas, e familiares judios, assi grandes como pequenyos, de cualquier edad que sean…

   Se trataba de una medida drástica, irreversible y polémica pero de estricto y puntual cumplimiento, que no por esperada y en gran parte deseada, produjo ante el hecho consumado, consternación y desasosiego que el propio Colón anota en el proemio de su Diario de Navegación: Así que después de haber echado fuera todos los judíos de todos vuestros reinos y señoríos…. Indudablemente había un clamor general contra las aljamas judías denunciando sus falsas conversiones, abusos y crímenes, muchos inventados o atribuidos, creando una situación de inquina, desprecio y odio hacia ellos, marranos, alborayques, tornadizos y otras calificaciones despectivas, inquina que se venía gestando desde muy antiguo y que culminó con la matanza en 1391 de más de 4000 judíos en Sevilla, provocada por las virulentas predicaciones del Arcediano de Ecija Ferrán Martínez, ¡conversión o muerte!, tumulto trágico con la aquiescencia de Roma, situación que determinó se produjeran conversiones masivas, muchas de ellas de las principales autoridades civiles y religiosas de la comunidad hebrea, como la del gran rabino de Castilla Abraham Seneor, que al bautizarse, apadrinado por los Reyes Católicos, adoptó el nombre de Fernando Pérez Coronel (se suponía marchito el linaje Coronel) y su yerno Mayr, de Trujillo, el de Fernando Núñez Coronel. Otro Coronel, Pedro, colaboró con el cardenal Cisneros en la redacción de la Biblia Poliglota.
   A pesar  de todo fueron muchos los que desempeñaron en la Corte cargos de gran relieve y responsabilidad, como el tesorero de la Santa Hermandad. Samuel Abolafia, que fue nombrado Comisionado de Subsidios para la guerra de Granada. El gran rabino de Burgos Salomón Ha-Leví, se cristianó como Pablo de Santa María, llegando a ocupar  los puestos de Obispo de Cartagena, de Burgos y Gran Canciller del Reino. De familias de conversos (anuzim ) eran Alonso de Cartagena, hijo de Santa María, que representó a Castilla en el Concilio de Basilea. Andrés de Cabrera, casado con Beatriz de Bobadilla, personas de la mayor confianza de Isabela la Católica. Gabriel Sánchez, tesorero general. Josué Ha-Lorqui, bautizado como Jerónimo de Santa Fe fue médico personal del Papa Benedicto XIII (Papa Luna) al que representó en la Disputa de Tortosa (1413-1414) enfrentándose a 22 rabinos con la misión de convencerlos para que confesaran los errores de la doctrina mosaica y reconocieran la fe cristiana como la única verdadera; ante presiones y amenazas de toda índole, los rabinos optaron por declarar la falsedad del judaísmo y su voluntad de abrazar el cristianismo, actitud que siguieron miles de adeptos, labor en la que intervino eficazmente San Vicente Ferrer que además colaboró con el Papa en la redacción de la bula Contra los Judíos. Asimismo, en la elaboración de la ya mencionada Biblia Poliglota participaron, al lado del citado Pedro Coronel, los conversos Alonso de Zamora, Juan de Vergara, Demetrio Ducas, Diego de Zúñiga y Hernán Núñez el Pinciano.
   Uno de los casos más sorprendentes y de integridad es el de de Isaac ben Yeshuda Abravanel, agente financiero de la reina Isabel a la que sacó de grandes apuros económicos en diferentes ocasiones y siempre dispuesto a ayudarla; padre de León Hebreo, el filosofo autor de los célebres Diálogos, se negó a apostatar de su religión, prefiriendo el exilio: Por centurias, vuestros descendientes pagarán por los errores de ahora; a pesar de tan duras palabras dirigidas a los reyes y de la prohibición de que los judíos non saquen  oro, nin plata, nin moneda arrendada, a Abravanel se le permitió embarcar en Valencia llevándose prácticamente toda su fortuna.
   Desde 1465 se había prohibido la construcción de nuevas sinagogas y decretada la separación de su emplazamiento de las comunidades cristianas, y en 1485 se les obliga a permanecer en sus aljamas durante los domingos y festividades cristianas, así como la prohibición de entrar en ellas a las mujeres cristianas o que sirviesen a judíos.
   El número de expulsados que salieron principalmente por los puertos de Cádiz, Puerto de Santa María, Cartagena, Valencia, Barcelona y Laredo, han sido y continúan siendo discutidas, discutibles y discrepantes sus listas. Para Abraham Zacuto entre 150.000 y 200.000, Abravanel calcula 300.000, mientras que Muntzer lo deja en 100.000, el padre Mariana llega hasta los 8000.000 y Zurita rebaja la cantidad a la mitad, 400.000, mientras Kamen solo estima 40.000 o 50.000, aunque las cifras más fiables se centran entre los 120.000 y 150.000, que se acercan bastante a las 35.000 familias que evalúa el eclesiástico Bernáldez (1450-1513), el Cura de los Palacios (Memorias de los Reyes Católicos), 35.000 casas de judíos, de los que muchos murieron en el camino, bien por hambre, enfermedad, atracos, expolios y otras causas, y por otro lado, entre 25.000 y 50.000 prefirieron convertirse y regresar nuevamente a España, Sefarad, aunque que una parte se dispersó por el norte de África, incluido Egipto, Palestina, Siria y Turquía, y otra se instaló en Bulgaria, Inglaterra, Países Bajos, Sicilia y algunos llegaron hasta la India y China. En Portugal les permitieron la estancia de 8 meses pagando una cantidad. La realidad es que no se trató solamente de una decisión dura y aislada, sino que la misma o de mayor gravedad y escarnio la habían venido sufriendo a lo largo y ancho de la Historia, y un nuevo Holocausto les esperaba en pleno siglo XX.