miércoles, 21 de mayo de 2014

LA DEDICATORIA DE CERVANTES AL MARQUÉS DE GIBRALEÓN



Alberto Casas

Al Duque de Béjar, Marqués de Gibraleón, Conde de Benalcázar y Bañares, Vizconde de la Puebla de Alcocer, Señor de la Villas  de Capilla, Curiel y Burguillos.

En fe del buen acogimiento y honra que hace Vuestra Excelencia a toda suerte de libros, como príncipe tan inclinado a favorecer las buenas artes, mayormente las que por su nobleza no se abaten al servicio y granjerías del vulgo, he determinado sacar a luz al Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha al abrigo del clarísimo nombre de Vuestra Excelencia, a quien, con el acatamiento que debo a tanta grandeza, suplico le reciba agradablemente en su protección, para que a su sombra, aunque desnudo de aquel precioso ornamento de elegancia y erudición de que suelen andar vestidas las obras que se componen en las casas de los hombres que saben, ose parecer seguramente en el juicio de algunos que, continiéndose en los limites de su ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos; que, poniendo los ojos la prudencia de Vuestra Excelencia en mi buen deseo, fío que no desdeñará la cortedad de tan humilde servicio.
Miguel de Cervantes Saavedra.

 
  La gran mayoría de los historiadores consideran que la dedicatoria de la Primera Parte del Quijote a don Alonso Diego de Zúñiga y Sotomayor, sexto duque de Béjar y séptimo marqués de Gibraleón, es, además de superficial, personalista, pensar que dicen puntualmente la verdad los tales elogios es disparate (prólogo de la Novelas ejemplares). El entreverado panegírico al prócer, descubierto y denunciado por don Juan Eugenio Hartzenbusch (1806-1880), adolece de falta de originalidad y mesura, independientemente de que se trata de la primera y única vez que el alcalaíno menciona al noble, pues ya no vuelve a nombrarlo en ninguna de sus obras y, naturalmente, tampoco en la segunda parte del Quijote, sin que, además, lejos de esmerarse, como  la ocasión lo requería, se limitara a copiar párrafos enteros de la dedicatoria a don Antonio de Guzmán, 5º marqués de Ayamonte que veinticinco años antes Fernando de Herrera escribió en las Obras de Garcilaso de la Vega con anotaciones, y añadiéndole alguna que otra frase suelta del proemio de Francisco de Medina a dicha obra.
   La dedicatoria cervantina carece de erudición y de la usual retórica que disimule un exceso de loa y casi de humillación al solicitar la protección del aristocrático mecenas, supuestas virtudes de las que Cervantes reniega, como expresamente lo manifiesta en el capitulo IV del Viaje del Parnaso

Tuve, tengo y tendré los pensamientos,
merced al cielo que a tal bien me inclina,
de toda adulación libres y esentos.
Nunca pongo los pies por do camina
la mentira, la fraude y el engaño,
de la santa virtud total rüina.

actitud de la que también deja constancia en el mentado prólogo de las Novelas ejemplares, o en la dirigida al conde de Lemos en dichas obras: en la carta que llaman dedicatoria, que ha de ser muy breve y sucinta, muy de propósito y espacio, ya llevados de la verdad o de la lisonja, se dilatan en ella en traerle a la memoria, no solo las hazañas de sus padres y abuelos, sino las de todos sus parientes, amigos y bienhechores.

  

Se aventura si esta farsa se debe a que el riquísimo prócer ignoró a Cervantes, como éste reconoce: Quisiera yo, si fuera posible, lector amantísimo, excusarme de escribir este prólogo, porque no me fue tan bien con el que puse en mi don Quijote, que quedase con gana de secundar con éste. Los motivos se desconocen, aunque se especula si el duque actuó por consejo de su director espiritual, y que, según algunos, queda retratado en el capítulo 32 la Segunda Parte, donde el caballero andante y su escudero Sancho tropiezan con el rechazo insultante del sacerdote: un grave eclesiástico destos que gobiernan las casas de los principes, destos que queriendo mostrar a los que ellos gobiernan a ser limitados les hacen ser miserables. En un momento determinado, el clérigo con mucha cólera dice al duque:

Vuestra Excelencia, señor mío, tiene que dar cuenta a Nuestro Señor de lo que hace este buen hombre. Este don Quijote, o don Tonto, o como se llame, imagino yo que no debe de ser tan mentecato como Vuestra Excelencia quiere que sea, dándole ocasiones a la mano para que lleve adelante sus sandeces y vaciedades.

   A tan áspera y dura reprensión, respondió don Quijote:

El lugar donde estoy, y la presencia ante quien me hallo, y el respeto que siempre tuve y tengo al estado que vuestra merced profesa, tienen y atan las manos de mi justo enojo; y así por lo que he dicho como por saber que saben todos que las armas de los togados son las mesmas que las de la mujer, que son la lengua, entraré con la mía con igual batalla con vuestra merced, de quien se debía esperar antes buenos consejos que infames vituperios.
               
   ¿Convenció el mentado sacerdote al marqués de Gibraleón de que se rebajaba  aceptando la dedicatoria de una vulgar novela de caballería?
   Hay quienes opinan que fue escrita con urgencia y precipitación a instancias del editor y mercader de libros Francisco de Robles, y los hay, asimismo, que sospechan que fue compuesta por el propio Robles,
cosa bastante improbable, ante el apremio de la impresión de la novela.
   La realidad es que Cervantes se olvidó del noble, para siempre jamás, excepto en los satíricos versos de cabo roto de Urganda la Desconocida, en los que su desdén, mal o nada disimula al compararlo irónicamente con Alejandro Magno:

Y pues la espiriencia ense-
que el que a buen árbol se arri-
buena sombra le cobi-,
en Béjar tu buena estre-
un árbol real te ofre-
que da principes por fru-,
en el cual floreció un du-
que es nuevo Alejandro Ma-:
llega a su sombra; que a osa-
favorece la fortu-.

   Sin embargo, es opinión generalizada que veladamente vuelve a ser recordado en la conversación que mantiene don Quijote con el licenciado que lo acompaña hasta la Cueva de Montesinos, el cual le manifiesta su deseo de publicar lo que ha escrito. Al preguntarle el hidalgo qué a quien piensa dedicarlo, el licenciado le contesta: Señores y Grandes hay en España a quien puedan dirigirse. A lo que don Quijote le hace la siguiente reflexión:

No muchos; y no porque no lo merezcan, sino que no quieren admitirlos, por no obligarse a la satisfacción que parece se debe al trabajo y cortesía de sus autores.

   Se cree que es una clara alusión al señor de Béjar, a pesar de que Góngora le ensalzó como duque esclarecido, y Lope de Vega de gran valor y entendimiento, pero no faltan quienes aseguran que el duque era analfabeto y de muy pocas luces, así que la pregunta sigue esperando  respuesta, ¿por qué le escribió Cervantes esta dedicatoria?




 



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