lunes, 4 de noviembre de 2013

LA MUERTE DE COLÓN


Alberto Casas.

 El miércoles, día de la Ascensión, 20 de Mayo de 1506, entrega su alma a Dios

el Señor Don Cristóbal Colón, Almirante, é Visorrey é Gobernador General de las islas é Tierra Firme de las Indias descubiertas é por descubrir. El tránsito tuvo lugar en Valladolid

habiendo recibido, con mucha devoción, todos los sacramentos de la Iglesia y dicho estas últimas palabras: In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum (Hernando Colón. Historia del Almirante, Cap. CVIII).

   Quiere la tradición que su fallecimiento se produjo en una casa de su propiedad en la calle Ancha de la Magdalena, número 2, en la que se ha colocado una placa que dice: Aquí murió Colón, celebrándose sus exequias en la iglesia Santa María la Antigua.    Sus restos, amortajados con el hábito franciscano, fueron inhumados en el convento de San Francisco de los monjes mínimos, probablemente en la capilla de don Luis de la Cerda; en la sepultura, según su hijo don Hernando, mandó grabar el Rey Católico la inscripción

A Castilla y a León
Nuevo Mundo dio Colón.

  Cómo se desconoce la fecha de su nacimiento, no es posible establecer la de su edad en el día de su muerte, aunque se especula que debía de andar entre los 55 y 60 años, a pesar de que el padre Andrés Bernáldez, el cura de Los Palacios, que le conoció personalmente y albergó en su casa, donde el Almirante le dejó en depósito algunos de sus documentos, escribiera que murió in senectute bona, es decir, alrededor de los 70 años.
   Tampoco existe unanimidad en cuanto a la enfermedad que le condujo a la tumba, pues se habla de gota, de tifus exantemático, de artritis reumatoidea crónica, agravado también con otros males, dice su hijo sin nombrarlos, quizás sífilis también, además de una conjuntivitis que él mismo Cristóbal Colón reconoce:

estuviese treinta y tres días sin concebir sueño y estuviese tanto tiempo sin vista, non se me dañaron los ojos ni se me rompieron de sangre y con tantos dolores como agora (Relación del tercer viaje).
           
   El cuarto y último viaje a las Indias acabó con sus fuerzas; tempestades y tormentas espantables....la gente muy enferma....allí se me refrescó del mal de la llaga; nueve días anduve perdido sin esperanza de vida. Cuando arribó a Sanlúcar de Barrameda, un jueves, 7 de Noviembre de 1504, Colón era ya un cadáver viviente y los cabellos con los trabajos se le tornaron canos. Achacoso, cegato, con las piernas entumecidas que apenas si podía dar un paso, comenzó una penosa y humillante peregrinación tras la Corte, esperando ser recibido por el rey Fernando (¿su pariente?), para discutir sus derechos concertados en las Capitulaciones de Santa Fe. El rey tiene el rasgo de autorizarle a viajar en mula ensillada y enfrenada.
   En Valladolid rinde su última singladura; ha llegado la hora del desguace de su cuerpo que no el de su gloria. El día antes, 19 de Mayo, dispuso sus últimas voluntades ante escribano público, instituyendo a mi caro hijo don Diego heredero de todos mis bienes y oficios que tengo de juro y heredad.
   En 1509, don Diego Colón manda trasladar los restos de su padre al monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas, en Sevilla, para que sean enterrados en la cripta de la capilla de Santa Ana, evento que se formalizó el 11 de Abril de dicho año, siendo prior de la cartuja covitana don Diego de Luján.

En 1523, don Diego, el segundo Almirante, dispone que si su muerte se produjese en la isla de Santo Domingo, sea enterrado en el convento de San Francisco de dicha ciudad, pero que si falleciese en Sevilla mando que mi cuerpo sea depositado en el monasterio de las Cuevas con el cuerpo de mi señor padre, que está allí. Don Diego murió en Sevilla en 1526, cumpliéndose lo dispuesto en su testamento.
   Se ha impuesto la teoría de que su viuda, doña María de Toledo, trasladó en 1544 los restos de su marido y de su suegro, el Almirante, a Santo Domingo, `que se embarcaron en la nave San Cristóbal de la flota de Hernando de Soto, en la que también hizo el viaje fray Bartolomé de las casas, pero resulta extraño que un acontecimiento de tanta importancia no aparezca en la documentación de embarque del navío que realizó la travesía, ni tampoco los de su exhumación en los Protocolos y el Becerrillo del monasterio de las Cuevas.
   Colón abandonó este mundo llevándose un gran secreto, tal vez terrible, que ni a sus hijos quiso desvelar:

De manera que cuan apta fue su persona y dotada de todo aquello que para cosa tan grande convenía, tanto más quiso que su patria y origen fuesen menos ciertos y conocidos....considerado esto, me moví a creer que así como la mayor parte de sus cosas fueron obradas por algún misterio, así aquello que toca a la variedad de tal nombre y apellido no fue sin misterio (Historia del Almirante. Cap. I).

   ¿Fue pirata? ¿estuvo condenado a remar en las galeras?. No consintió que se le hiciese ningún retrato, y si algo sabemos de él es por las referencias de quienes lo conocieron: de buena estatura, nariz aguileña, ojos garzos (azules), la color blanca, que tiraba a rojo encendido; la barba y cabellos, cuando era mozo, rubios, puesto que muy presto, con los trabajos, se le tornaron canos....; rasgos que no coinciden demasiado con los que se vendimian en la cepa latina. ¿Gallego, catalán, mallorquín, palentino, extremeño, portugués, francés, sardo,  genovés… franciscano, caballero templario, judío, converso…?
   Todavía, a finales de abril de 1506, un mes antes de morir, ofrece a Doña Juana, ya reina de Castilla y a su esposo Felipe el Hermoso, que desembarcan en La Coruña, sus servicios y conocimientos:

… muy humildemente suplico a Vuestras Altezas que me cuenten e la cuenta de su real vasallo y servidor, y tengan por cierto que, bien que esta enfermedad me trabaja agora así sin piedad, que yo les puedo aún servir de servicio que no se haya visto su igual…

   Naturalmente, no pudo realizar el viaje para presentarse a los reyes en Segovia; ni fuerza ni salud se lo permitieron, solo estaba preparado para emprender el último.
   Si realmente era un Colombo, ¿por qué cambió su apellido por Colón, transmitiéndolo a toda su descendencia? ¿Sabía don Fernando, el rey Católico, la verdad que escondía el arcano? Mientras sí y mientras no, descanse en paz el Señor Don Cristóbal Colón, en Sevilla, en Santo Domingo, o dondequiera estén enterrados sus restos.

           








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