lunes, 28 de octubre de 2013

EL APÓSTOL SANTIAGO EN AMÉRICA



           Alberto Casas.

   No debe sorprendernos que se nombrara Patrón de las Españas al bueno aunque un tanto impetuoso apóstol, que en cuanto oía lo de ¡Santiago y cierra España! montaba en su caballo, que todavía no se sabe de qué color blanco era, y con un pedazo de espada así de grande se plantaba en medio del campo de batalla cortando cabezas de moros a diestro y siniestro, sin contar los que despanzurraba a coces el albo rocín, lo que explica que se le conozca como Santiago matamoros. En agradecimiento, los reyes cristianos inventaron lo del Voto de Santiago, mientras que el resto de Europa, siguiendo el rastro de las estrellas, la Vía Láctea, a la que también llaman “camino de Santiago”, senderaba las rutas jacobeas para purificar sus cuerpos y sus corazones a los pies del sepulcro del discípulo del Señor, descubierto sobre el año 800. Asimismo, se realizaban peregrinaciones por mar, preferentemente desde los países del norte de Europa, de Inglaterra e Irlanda, aunque la travesía no estaba exenta de riesgos como así lo pregonaba una canción muy en boga de la época:

Navegando hacia Santiago
renunciad a todo halago.
Habéis de pasar mal trago
en la mar.
En Sándwich o en Winchelsea,
en Bristol o donde sea,
 todo el mundo se marea
al embarcar.

   Según la tradición, en la iglesia de Reading había una reliquia del Apóstol, una de sus manos, entregada por la princesa Maud. A dicha iglesia fueron en peregrinación el rey consorte don Felipe (Felipe II) y su esposa la reina de Inglaterra María Tudor.
 Si romeros eran los que acudían a Roma y palmeros los que iban a Jerusalén, sólo se consideraban auténticos peregrinos los que se dirigían a Compostela, tal como ya lo dice Dante Alighieri en su Vita Nuova: In modo stretto non s’intende pellegrino se non chi va verso la casa di San Jacopi, o riede.
   Cuando los españoles emprendieron la gran aventura americana, se encontraron con la desagradable sorpresa de que la mayoría de los indios (las indias eran otra cosa) no se dejaban conquistar así porque sí, de modo que para salir de apuros no había más remedio que lanzar de nuevo el antiguo grito de guerra al que, efectivamente y de inmediato, respondía el Hijo del Trueno, como le puso el Señor, con la eficacia y contundencia acostumbradas. Sin embargo, a veces los indios eran tantos que el Santo se veía obligado a solicitar una ayudita del cielo, como nos lo cuenta fray Juan de Torquemada: Si no fuera por lo que decían los indios que la imagen de Nuestra Señora les echaba tierra en los ojos y que un caballero muy grande, en un caballo blanco, con espada en la mano, peleaba sin ser herido y su caballo con la boca, pies y manos hacía tanto mal como el caballero con la espada. Bernal Díaz del Castillo también nos relata la oportuna aparición de Santiago en la batalla de Zintla que acabó con la clamorosa victoria de Hernán Cortés, justamente cuando estaba a punto de convertirse en un desastre total; el cronista confiesa que él no vio, a lo mejor, dice, porque yo como pecador no fuera digno de verlo.

   Al apóstol debió gustarle mucho México, pues aprovechaba la mínima ocasión para hacer acto de presencia, y todavía lo hace, y esta debe ser la razón por la que en este maravilloso país más de ciento cincuenta, entre pueblos y ciudades, lleven su nombre y que la catedral se pusiera bajo su advocación. También anduvo cabalgando por las volcánicas tierras guatemaltecas echándole una mano a Pedro de Alvarado, Caballero de Santiago, y el emperador Carlos V, agradecido, mandó esculpir su ecuestre figura en el escudo de Managua. Con su corcel recorrió América de norte a sur, y en Perú, durante la insurrección de Manco Capac, puso en fuga a los incas que en proporción de mil a uno tenían cercada la ciudad de Cuzco. Varias son las capitales nacionales bautizadas con el nombre del Santo Patrón: Santiago de Chile, fundada por Pedro de Valdivia el 24 de febrero de 1541, en recuerdo de la terrible lucha contra los indómitos araucanos capitaneados por Caupolicán y Lautaro que tuvieron que huir al ver venir sobre ellos a un cristiano en un caballo blanco, con la mano en la espada desenvainada; Santiago de Quito (Ecuador), Santiago del León de Caracas (Venezuela), Santiago de Managua (Nicaragua), Santiago de Guatemala (Guatemala) y, en general, la devoción al apóstol se manifiesta profusamente en la toponimia de la América hispana: Santiago de Cuba, Santiago de la Vega (Jamaica), Santiago de las Coras (California), Santiago de Cali (Colombia), Santiago Mexquititlán (México), Santiago de Tucumá (Perú), Santiago de la Frontera (El Salvador), Santiago de Veragua (Panamá), Santiago de Puringla (Honduras), Santiago del Estero (Argentia), etc.; otros tantos toponímicos podemos nombrar de Filipinas.

   Asimismo, esta patronal devoción aparece en sus leyendas, tradiciones, festividades, danzas, arquitectura, pinturas, imágenes, algunas tan curiosas como la que se encuentra en el pueblo de Nagarote (Nicaragua), en la que el Santo se venera vestido con un flamante uniforme de general con sus doradas charreteras, cordones, gorra de plato, correaje de gala, bocamangas entorchadas, zapatos negros de charol y un sable auténtico; todos los 25 de julio lo sacan en solemne procesión montado en un caballo de verdad. Esta visión puede resultar algo chocante, pero quizás no represente otra cosa más que el símbolo de una fe sencilla y del patrocinio de un personaje vivo, actual, poderoso y siempre alerta para socorrernos en cuanto invoquemos su divina intercesión;
   El Año Santo Jacobeo, con su indulgencia plenaria, fue promulgado por el Papa Calixto II en 1122, estableciendo su celebración cada vez que el 25 de julio caiga en domingo.

                                                                                                                            

lunes, 21 de octubre de 2013

SIRENAS



Alberto Casas.   

Sobre las sirenas existe una abundante literatura en la que se recogen leyendas y tradiciones que, generalmente, presentan a estas mitológicas deidades marinas como seres malignos y embaucadores, a las que Gerard Lyon, en el Diálogo de las criaturas moralizadas (1481), define como un monstruo de la mar, de medio cuerpo para arriba doncella y de medio cuerpo para abajo pez: Con tanta dulzura cantan, que hacen dormir a las gentes, en especial a los navegantes. Los jóvenes, atraídos por sus cánticos, se precipitan a las ondas, do perecen ahogados.   Precisamente, por su encantadora voz y otra clase encantos y cualidades eran famosas las sirenas Aglaofone (la del bello rostro), Thelxiepia (la de conversación encantadora), Pisinoé (la persuasiva), Molpo (la musa), Parténope (la que huele a doncella) enterrada en Nápoles, Leucosia (la pura), Rednel (la que mejora) y Teles (la perfecta), aunque en un principio se representaban con medio cuerpo de mujer y medio cuerpo de ave. Eran hijas de Acheloo, dios de los ríos y de la fuentes y, según la tradición, de la musa Melpóneme. Su triste destino estuvo marcado en un concurso de canto entre ellas y las musas; al perder, Hera, la mujer de Zeus, las condenó al fondo del mar, eligiendo ellas los mares turbulentos de Scila y Caribdis en las costa de Sicilia.

  El sabio jesuita Martín del Río (1551-1608), en su obra Disquisitiorum Magicarum Libri Sex, las clasifica dentro del cuarto género, es decir, demonios acuáticos que moran en los mares, ríos, lagos y arroyos; que suelen aparecer con apariencia de mujeres muy bellas y una voz maravillosa con la que entonan canciones llenas de sensualidad que seducen y embrujan a los incautos marinos que las escuchan. Pero detrás de tanta hermosura, candor y dulzura, se esconden siniestras intenciones que no son otras que conducir a las naves contra los escollos de la isla donde habitan y agarrar a los náufragos hasta ahogarlos, trágico destino del poeta Shelley (1792-1822), que al zozobrar su velero, lo cogieron por el vientre arrastrándolo hasta el fondo; esto ocurrió el 8 de julio de 1822. El poeta estaba casado con Mary Shelley la autora de Frankenstein. La misma suerte corrió el argonauta Hilas, hijo de Teodomante, al que una sirena enamorada de él, al verlo en la fuente de Pegas le echó de abajo arriba su brazo izquierdo al cuello, ansiosa de besar su boca suave, y con la mano derecha lo atrajo por el codo. Y lo hundió en medio de un remolino. (Apolonio de Rosas. El viaje de los argonautas).
   De estos mortales abrazos se libró el héroe Ulises, gracias a los consejos de la enamorada Circe:

Llegarás primero a las sirenas que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que imprudentemente se acerque a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos pequeñuelos rodeándole, llenos de júbilo, cuando torna a sus hogares, sino que le hechizan con el sonoro canto, sentadas en una pradera y teniendo a su alrededor enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo. Pasa de largo  y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda, previamente adelgazada, a fin de que ninguno la oiga; mas si tú deseares oírlas, haz que te aten en la velera embarcación de pies  derecho y arrimado, a la parte inferior del mástil, y que las sogas se liguen al mismo; y así podrás deleitarte escuchando a las sirenas. Y caso de que supliques o mandes a los compañeros que te suelten, átente con más lazos todavía” (Homero. La Odisea.  s. X-IX a.C.).

   También Colón las vio el miércoles, 9 enero de 1493, aunque no sufrió percance alguno, quizás porque aquel día no tenían ganas de cantar, o estaban roncas.

El día pasado, cuando el Almirante iba al Río de Oro, dijo que vido tres sirenas que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara. Dijo que otras veces vido algunas en Guinea en la costa de la Manegueta

   Sobre el origen de estos maléficos seres, para algunos, exprimiéndose el magín, lo sitúan en el ancestral temor reverencial a las profundidades abismales, tanto terrestres como marinas, donde se cobijan espíritus infernales que aseguran son, ni uno más, ni uno menos, 1.234.431.
   Pero el problema de las sirenas radica en que son seres mortales y no suelen vivir más de ciento cincuenta años, pues son hijas de los ángeles guardianes (egregores) y las mujeres de la Tierra:

Viendo los hijos de Dios a las hijas de los hombres que eran hermosas, tomáronse mujeres, las que escogieron entre todas” (Génesis, V.1).

   En consecuencia, desde tiempos muy antiguos se ha planteado el dilema de la procreación de estas criaturas, y la respuesta, cierta o espuria, puede estar en el Auto de Fe celebrado en Lepe (Huelva) el 6 de mayo de 1491, narrado en el Martellus. El Glorioso Triunfo de la Santa Fe” (1501), que escribió el dominico fray Benito de la Santa Espina y dedicó al Excelentiƒsimo Señor duque de Medina Sidonia, conde de Niebla, señor de la noble ziudad de Gibraltar. En dicha obra se cuenta como en la marinera villa se detuvieron a 6 mujeres mui hermosas, que, tras el interrogatorio de los inquisidores Pedro Belorado, abad del convento de San Pedro de Cardeña, y el Licenciado Pedro Ramo, fueron conducidas y encerradas en la mazmorra más oscura del castillo de Triana, permanentemente vigiladas por personal armado; pero las infelices fueron muriendo una tras otra en el corto periodo de unos dos meses. El dómine, que dice vio los cadáveres, afirma que eran sirenas por la cola de pez que les había crecido durante el encierro, destacando el mal olor que despedían y tener los ojos abiertos, siendo nulos los esfuerzos para cerrarlos; una de ellas fue embalsamada para el duque de Medina Sidonia, permaneciendo la momia en la casa ducal hasta que uno de sus Señores la regaló al Papa Gregorio XIII en 1580.
   La causa de la detención se debió a la sospecha que se extendió a toda la población, extrañada de que cada cinco años, más o menos, aparecían de repente por el pueblo unas jóvenes muy bellas y muy insinuantes, que al quedar inevitablemente embarazadas, tan misteriosamente como habían llegado desaparecían para siempre sin dejar rastro. En esta ocasión, las leperas dirigidas por una tal Leonor de Ana, mujer del borceguinero Francisco de Flandes, estuvieron al acecho logrando apresar a seis preñadas cuando se quitaban la ropa para lanzarse al agua; la sorpresa y horror fue que al verlas desnudas descubrieron que no tenían ombligo. El eximio polígrafo don Leonardo Alonso de la Losa (1857-1922) niega la autenticidad de la historia, considerando que se trata de un opúsculo anónimo, de finales del siglo XVIII, que fraudulentamente se añadió al libro del fraile predicador.
   Sea como sea, el relato nos deja un aviso a los navegantes: que lo primero y principal es cerciorarse, antes de nada, de si las mozas tienen ombligo o no.


   Por lo menos, aunque de bronce y 1,25 de altura, podemos contemplar la Sirenita de Copenhague, inspirada en un cuento de Hans Christian Andersen. Sentada sobre una roca, nos muestra una cara con gesto dulce y melancólico, incapaz de hacer daño alguno, sino todo lo contrario.

lunes, 14 de octubre de 2013

EL SOMORMUJADOR


Alberto Casas

BUZO.- Nadador hábil que por naturaleza ó aprendizage se ha acostumbrado á sufrir el resuello largo tiempo debajo agua, pudiendo de este modo reconocer los objetos sumergidos y operar sobre ellos. En los arsenales, y bajo la dirección del Buzo Mayor, hay escuela de este oficio en la que se dan plazas efectivas á los ya diestros en él, destinándolos al servicio en los mismos arsenales y delos buques de guerra. Dícese también Buzano, Somorgujador, y    Somormujador. (TimoteoO’Scanalan (1831).- Diccionario Marítimo Español).
La actividad del buceo es practicada desde los tiempos más remotos, de ello dan fe los pescadores de perlas y de esponjas entre otros: No hay trabajo peor ni más penoso para los hombres que el de los cortadores de esponjas (0piano,  Haliéutica), opinión que comparte Plinio en su Historia Natural. Asimismo, hay constancia de su práctica en Egipto alrededor de 5.000 años a. C.,  y en la mitología griega, Teseo hubo de bajar al fondo del mar para recuperar el anillo de oro del rey Minos.

  En el Museo Británico se expone una tabla en la que se ve a Assurbanipal II, (el Sardanápalo griego), siglo IX a. C., famoso no sólo por sus banquetes y su biblioteca de más de 10.000 tablillas, sino que, en dicha plancha, aparece buceando pero respirando a través de un odre lleno de aire que lleva bajo su pecho, lo cual es una muestra de que ya, desde la antigüedad, se utilizaban artilugios que contribuían a que se permaneciera el mayor tiempo posible sumergido. La expedición submarina del rey persa nos revela una acción militar muy utilizada por esta clase de guerreros, de cuya eficacia naval tenemos amplias referencias en la Historia de la guerra de Peloponeso de Tucidides, o la extraordinaria hazaña de  Escilias de Ciona, narrada por Herodoto (Los nueve libros de la Historia. Libro VIII), que decidió abandonar el bando persa de Jerjes y pasarse al griego liderado por Temistocles. Con esta idea se arrojó al mar en el puerto de Afetas y buceó hasta el de Artemisio en la costa de la isla de Eubea. La distancia entre ambos lugares era de 80 estadios (unos 14 kilómetros), que atravesó nadando bajo el agua para no ser descubierto. El historiador griego apostilla: mi criterio acerca de este punto no sea otro sino que llegó en algún barco a Artemisio. Es una opinión respetable, pero también puede valer que utilizara artefactos de inmersión, como los descritos por Aristoteles, como la lebeta (caldero), una especie de campana metálica invertida, o la trompa de elefante, un tubo a través del cual se respiraba el aire que penetraba desde la superficie, en la que el otro extremo flotaba sostenido por un flotador. Asimismo, la leyenda, recogida en el Libro de Alexandre (S. XII), cuenta como Alejandro Magno, durante el sitio de Tiro se hizo bajar al fondo del mar dentro de un barril acristalado; este tipo de escafandra se llamaba calinfa. De Opiano, en su obra Haliéutica, al referirse a la pesca del pez buey, leemos:

Cuando el pez buey ve sumergirse en las profundidades a uno de esos hombres que llevan a cabo su trabajo en el fondo del mar…

   Todos estos episodios demuestran que discutir o dialogar sobre este tema era corriente y objeto de atención en las cuestiones más diversas. Cuenta Diógenes Laercio que Eurípides solicitó de Sócrates su opinión sobre el libro de Heráclito, Syngranma, y el filósofo le contestó: lo que he entendido es excelente, para el resto se necesita un buzo de Delos.

   Plutarco (46-122 d. C.) en sus Vidas paralelas, narra como estando Marco Antonio de pesca con Cleopatra, y no dándosele muy bien los lances, para no quedar mal ante la reina, mandó a unos buceadores, o urinatores, como les llamaban los romanos, que engancharan en los anzuelos de su caña los pescados que ya había cogido. Cleopatra se dio cuenta de la patraña, y sin decir nada, lo invitó a una nueva jornada para el día siguiente, pero Antonio se encontró con la barca llena de gente. Empezado el evento, la reina envió a sus buceadores para que engancharan en el anzuelo del general romano un pez ya pescado días antes y que había sido salpresado. Cuando el romano lo izó a bordo y descubierta la broma, provocó la risa y el jolgorio de los asistentes. Tal vez la reina lo que pretendía era convencer a Antonio de lo difícil que era engañarla.
   El descubrimiento de América desarrolló nuevas técnicas de navegación, de comercio y la necesidad de proteger el tráfico marítimo del acoso de potencias enemigas, de piratas, corsarios (los picarones antillanos), bucaneros, pichelingues y filibusteros, riesgos a los que se unían los naufragios de naves cargadas de oro y plata, especialmente en el canal de las Bahamas y en el Golfo de Cádiz, con más de 200 pecios localizados, o en el fondo de la ría de Vigo, en 1702, donde los buzos de la tripulación lograron rescatar gran parte del tesoro que transportaban, maderas, sedas, cañones, etc.
   Esta nueva situación exige nuevos planteamientos que demandan una participación primordial  del somorgujador, cuya profesionalidad, destreza y eficacia es continuamente ofrecida a Felipe II, aunque con anterioridad Carlos I tuvo ocasión de presenciar en Lisboa, en 1539, la propuesta de Blasco de Garay de presentar un ingenio para que cualquier hombre pueda estar debajo del agua, todo el tiempo que quisiera, tan descansadamente como encima. Incluso, cómo no, el gran Leonardo da Vinci se ocupo de tan trascendental cuestión diseñando dispositivo acuáticos, como aletas natatorias.
   Jerónimo de Ayanz (1533-1613) presenta un nuevo traje de buzo; Diego de Ufano, ingeniero militar, idea nuevos sistemas de resistencia submarina, así como el siciliano Bono (1538-1582) que inventó una campana de bronce, o, entre otros muchos más, Pedro de Ledesma (1544-1616). Francisco Núñez Melián que en 1626 se dedicó con éxito a rescatar tesoros de los galeones hundidos en los cayos de Florida. Con igual o mayor fortuna, el inglés William Phipps con un equipo de expertos buceadores, empieza el rastreo de galeones hundidos, logrando rescatar en 1682 gran parte del tesoro del Nuestra Señora de la Concepción, naufragado en 1541 en el Banco de la Plata, al norte de La República Dominicana.
   La primera mención expresa de los buzos como miembros de la tripulación de las flotas del rey, no aparece hasta la Disposición dictada por Felipe III en Valladolid, el 14 noviembre 1605.

Mandamos que en la Capitana y en cada flota vaya un buzo y otro en la Almiranta, porque son muy necesarios en la navegación para los casos fortuitos y accidentes de mar.

   Veitia Linaje (1623-1688), casado con una sevillana, sobrina del pintor Murillo, fue Contador de Averías de la Casa de la Contratación, Tesorero y Juez de la misma y Secretario del Conejo de las Indias, en su libro Norte de la Contratación de las Indias (Libro II, cap.  2º, 34), escribe:

Y en todas las Capitanas y Almirantas se debe llevar buzo, para si haze alguno de los galeones de su Armada alguna agua, que no pueden tomar por la parte adentro, que procure  por la de afuera reconocieren que parte está, y este nombre, según Covarruvias, viene de “bruzos”, que vale boca á baxo, y así de caer sobre el rostro se llama “caer de bruzos”, que es lo que sucede al buzo, y destos oficiales van dos, uno en la Capitana, y otro en la Almiranta.
  
   Para Tomé Cano`(1545-1618), piloto de la carera de Indias, que por su gran experiencia como navegante e ingeniero de construcción naval lo nombraron Diputado de la Universidad de mareantes de Sevilla. En 1611 publicó el Arte para fabricar naos, en uno de cuyos capítulos escribe:

El buzo es de mucha importancia en una nao, pues mediante su resuello va abajo y recorre por debajo del agua todo el galeón y busca por donde la hace, con que se repara la que suele hacer, y  muchos navíos se salvan, que, si no llevasen buzo, se quedarían en la mar.

   Se le exigía conocer el oficio de marinero y naturalmente saber nadar, asignándosele un sueldo  de 8 escudos, igual que el de los cirujanos y los condestables.
   Miguel de Cervantes que sirvió durante cinco años en las galeras de Felipe II, y pudo ejercer y conocer las faenas marineras, traslada estos conocimientos a sus obras literarias:

Haz señor, que bajen los buzanos a la sentina, que si no es sueño, a mí me parece que  nos vamos anegando. No hubo bien acabado esta razón cuado cuatro o seis marineros se dejaron calar al fondo del navío y le requirieron todo, porque eran famosos buzanos, y no hallaron costura alguna por donde entrase agua al navío". (M. de Cervantes. Los trabajos de Persiles y Sigismunda, I-XVIII).

  En esta singular práctica existen nombres legendarios, o reales para otros, como el célebre siciliano Peje Nicolao que vivía mejor en el fondo del mar que en tierra. Cervantes alude a este extraño personaje cuando explica a don Lorenzo, el hijo de don Diego de Miranda (el caballero del Verde Gabán) que entre las virtudes y méritos de la ciencia de los caballeros andantes es la de saber nadar, como dicen que nadaba el peje Nicolás o Nicolao.
   Naturalmente, las técnicas modernas nada tienen que ver con lo que hasta ahora se ha contado. En la actualidad, y suma y sigue, tenemos escafandras, batiscafos, duración casi ilimitada del tiempo bajo el agua, vestimentas, seguridad, bombonas de oxigeno, cámaras de descompresión, etc… y aún quedan tesoros por rescatar y un mundo casi desconocido por descubrir, fotografiar y filmar.




domingo, 6 de octubre de 2013

EL CLAN HISPANO



Alberto Casas.       

  A finales del siglo I d.C., el llamado clan hispano ocupaba los puestos claves de los negocios públicos y políticos de Roma, en los que ejercían su gran poder e influencia, y son los que se conjuran para asesinar al emperador Domiciano y poner en el trono al anciano general Marco Coceyo Nerva, al que nombran emperador, comenzando con él la dinastía de los “Antoninos”.
   El clan estaba formado, principalmente, por los hispanos Annio Vera (abuelo del emperador Marco Aurelio), L. Dasumio, Urso Severiano que mandaba las legiones de la Germania Superior, Licinio Silvano Graniano, Mario Prisco, Minicio Natalis, C. Pedanio, Cornelio Nigrino, Trajano padre, la sevillana Fabia Hadrianila que dejó un legado de 50.000 sestercios pata atender a los más necesitados, los poetas Marco Valerio Marcial, natural de Bilibilis (Calatayud) y Marco Fabio Quintililiano, de Calagurris (Calahorra), a quien se llamó gloria del foro romano, supremo moderador de la inqueta juventud; fue maestro de Tácito, Plinio el Joven y Juvenal. Entre los personajes preeminentes del grupo estaban tambiém Marco Ulpio Trajano, futuro emperador, su sobrino Publio Elio Adriano, que mandaba las tropas acantonadas en Panonia, y el senador, tres veces cónsul, Lucio Licinio Sura, hombre riquisimo y de gran autoridad que era el que realmente movía los hilos sociales de la poderosa camarilla; se discute si era de Itálica (Sevilla), fundada por Escipión el Africano en el 206 a.C., o de Tarraco (Tarragona), donde aún se  conserva el Arco de Bará que él mandó construir; de la notoriedad que alcanzó, nos da una idea que podamos contemplar su figura esculpida al lado del emperador en la Columna de Trajano, levantada en el Foro Romano. Bajo su influencia y consejo logró que Nerva, de setenta años de edad, adoptara a su gran amigo Trajano para que le sucediera. Nerva estuvo dos años (96-98) en el poder, y de su reinado se conservan muchos documentos e inscripciones como el procurator metallorum hallado en Río Tinto (Huelva).

   
Trajano (98-117), nacido en Itálica (Sevilla), casado con Fabia Plotina, natural de Itucci, la actual Escacena (Huelva), gozaba de un gran prestigio y había sido cónsul y gobernador de la Germania Superior y de las provincias Bética, Siria y Asia. Al subir al trono nombró a Sura Jefe del Estado Mayor en la campaña de Dacia, y, siguiendo sus recomendaciones y las de su esposa Fabia Plotina, adoptó, invistiéndolo de la dignidad imperial, a su sobrino Publio Elio Adriano, lo cual le convertía automáticamente en su sucesor.
   Entre las obras de Trajano se encuentran la apertura de la vía que comunicaba Olisipo (Lisboa) y Onuba (Huelva), la ampliación y mejora de la Vía de la Plata, deformación del latín Delapidata (camino empedrado, enlosado, etc.), y la construcción sobre el río Tajo, en el año 106, del puente de Alcántara (Cáceres), obra del arquitecto Cayo Julio Lacer que dejó una inscripción con la leyenda en la que se lee que durará tanto cuanto el mundo durare. Trajano fue proclamado optimus princeps, y a raíz de su muerte el Senado consagraba a los nuevos emperadores con la fórmula sé tan afortunado como Augusto y tan virtuoso como Trajano.
   Como estaba previsto, le sucedió su sobrino carnal P. Elio Adriano que reinó desde el año 117 hasta el 138. Una de sus preocupaciones era la de nutrir su ejército con soldados hispanos, organizar la explotación de las minas de la región occidental de la Bética, impulsar su agricultura y embellecer sus ciudades. Esta preferencia puede deberse, según la mayoría de los historiadores, a que su lugar de nacimiento fue Itálica. Era hijo de la aristócrata gaditana Paulina y se casó con la también gaditana Vibia Sabina, sobrina de Trajano. Además del latín, hablaba y escribía el griego y era un experto en cuestiones de arte y arquitectura. A los quince años lo mandaron desde Roma a Itálica para estudiar en un collegium inventum en el que estuvo tres años, y entre sus maestros se encontraba el gran sabio y científico Moderato de Gades.

Fue un gran viajero, visitando la Britania en la que levantó una gran muralla, parte de la cual aún se conserva y que lleva su nombre; estuvo en Mauritania llevando tropas hispanas, que se mencionan en las monedas: exercitus hispanus, y en el Oriente Medio sofocó la rebelión de los judíos liderada por Bar Korba el Hijo de la Estrella al que muchos lo aclamaban como el Mesías. Pero su apego a Hispania  lo demuestra el hecho de que en Roma nombró a 23 senadores hispanos, y él mismo, en las monedas y otros documentos, se títula Restitutor Hispaniae.

   
De su labor legislativa se encuentran la Lex Metalli Vipascense, dictando normas sobre la explotación de las minas, el trabajo de los mineros, comercialización de los productos extraídos, introducción de nuevas técnicas y organización de su entorno, mientras que la Lex Adriana regulaba preferentemente la agricultura. Adriano pertenecía a la familia Ulpio Aelia, propietarios de minas en la faja metalúrgica de la Baeturia Céltica (Sierra de Huelva), de ahí su interés por la minería, logrando subir el nivel de vida que con sus disposiciones alcanzaron los mineros, contrastándose en el hecho de que incluso los esclavos de Río Tinto dejan inscripciones de la clase de vida que rigen en las asociaciones o collegia que forman. En otras leyes prohibió los sacrificios humanos, que los amos diesen muerte a sus esclavos, y no permitió que se persiguiese a los cristianos. A él se deben, entre otras muchas obras, el anfiteatro de Nimes, el templo de Venus y su mausoleo en Roma, hoy castillo de Sant’Angelo. Fue designado por el Senado romano Padre de la Patria.
   Los historiadores han calificado el reinado de los españoles Trajano y Adriano como la Época dorada del Imperio Romano y de los Buenos Emperadores.
   Aurelio Victor, en su Historia de los Cesares, escribe: ¿Quién más divino que Trajano?, ¿Quién más excelente que Adriano?