jueves, 19 de septiembre de 2013

SI SIC OMNES


Alberto Casas

 Tras la rotunda victoria alcanzada por los ingleses el 14 de febrero de 1797 en la batalla del cabo de San Vicente, el almirante sir John Jervis recibió la orden de bloquear Cádiz para destruir la escuadra española fondeada en la bahía. Sin embargo, la destitución de Córdoba y la restitución de Mazarredo en el mando, con todas las facultades de decisión que estimara convenientes, aunque tardía, era una medida acertada que evitó, probablemente, la destrucción total de nuestra Marina y la rendición de la ciudad gaditana, conocida como La tacita de plata.
   Mazarredo impuso nuevos métodos de organización, disciplina y adiestramiento, disposiciones que pusieron en guardia a Jervis, especialmente por la eficacia de las lanchas cañoneras españolas, a las que los gaditanos cantaban:

¿De qué sirven a los ingleses
tener fragatas ligeras
si saben que Mazarredo
tiene lanchas cañoneras?

  Desesperado Jervis, así como la tripulación bastante alborotada y al borde del motín, resolvió compensar el fracaso de su misión enviando a Nelson, ciego del ojo derecho, con tres navíos de línea de 74 cañones, el Theseus, Culloden y Zealones; cuatro fragatas, Terpsichore (32 cañones), Emerald (36), Seahorse (38) y Leander (50) y un cúter, el Fox,
una bombarda y una balandra a  la conquista de Santa Cruz de Tenerife para posesionarse de los cargamentos y tesoros que se hubieran desembarcado en Tenerife o se desembarcaran en adelane”.
   El 21 de Julio de 1798, la flota inglesa recaló en la isla, pero sus velas fueron detectados por los vigías que dieron la voz de alarma, circunstancia que no desanimó a Nelson buen conocedor del terreno, mandando personalmente el desembarco de 1000 hombres que se encontraron con la sorpresa de que los puntos estratégicos de la ciudad estaban perfectamente defendidos, por lo que tuvo que retirarse dejando atrás numerosas bajas. Planeó entonces la toma de la ciudad, casi desguarnecida, pero el gobernador de la plaza, el teniente general don Juan Antonio Gutiérrez, había repartido los pocos efectivos de que disponía que, con fusilería y cañones emplazados en los castillos y lugares altos, recibieron a las fuerzas británicas de desembarco  ocasionándoles grandes pérdidas en hombres y barcas.

  Nelson logró llegar hasta el centro de la ciudad donde sus hombres fueron abatidos por el fuego de los ciudadanos que incluso disparaban desde las azoteas, y él mismo fue herido gravemente en el brazo derecho por una bala disparada por el cañón Tigre desde el Fuerte de San Cristóbal. Los ingleses, aislados, sin municiones ni alimentos, solicitaron una capitulación honrosa, lo que se llamaba una buena guerra, que el gobernador aceptó con la condición de que no volverían a atacar ninguna de las islas Canarias. Aceptada y firmada por ambas partes, don Juan Antonio Gutiérrez ordenó que los heridos fueran atendidos, proporcionándoles ropa, alimentos y agua, a la vez que facilitaba embarcaciones para que pudieran reembarcarse y el ofrecimiento de facilitarles toda la ayuda que necesitaran, especialmente hospitalaria
   El balance de la infortunada expedición se saldó con 44 muertos en combate, 177 ahogados, 123 heridos y 5 desaparecidos a los que se han de añadir 7 muertos entre jefes y oficiales, además de la amputación del brazo derecho de Nelson. En su informe el capitán Troubridge dice

No debo pasar en silencio que después de firmada y ratificada la capitulación en debida forma, el Sr. Gobernador nos envió, del modo más galante, pan, queso, vino, etc., para refrigerar mi gente, colmándonos con muestras de atención y urbanidad.

   Terminadas las hostilidades, prevalecieron las cualidades humanas sobre cualquier otra contingencia: la caballerosidad y el respeto eran las armas que en aquellos momentos correspondían ser utilizadas, como así queda patente en la correspondencia que se cruza entre ambos adversarios. Nelson envió al Gobernador la siguiente carta:

Navío el “Teseo”, frente a Santa Cruz de Tenerife, 26 de Julio de 1797. No puedo separarme de esta isla sin dar a VE las más sinceras gracias por su fina atención para conmigo, por la humanidad que ha manifestado con los heridos nuestros que estuvieron en su poder o bajo su cuidado, y por su generosidad para con todos los que fueron desembarcados, lo cual no dejaré de hacer presente a mi Soberano, y espero poder, con el tiempo, asegurar a VE personalmente cuánto soy de VE obediente y humilde servidor, Horacio Nelson.
Sr. D. Antonio Gutiérrez, Comandante General de las islas Canarias.
        
   La respuesta del Gobernador fue la siguiente:

Muy Sr. mío de mi mayor atención: Con sumo gusto he recibido la apreciable de VS, efecto de sus sentimientos y buen modo de pensar, pues de mi parte considero que ningún lauro merece el hombre que sólo cumple con lo que la humanidad le dicta, y a esto se reduce lo que he hecho para con los heridos y para con los demás que desembarcaron, a quienes debo considerar como hermanos desde el instante que concluyó el combate. Si en el estado a que ha conducido a VS la siempre incierta suerte de la guerra, pudiese yo, o cualquiera otra cosa que esta isla produce, serle de alguna utilidad o alivio, esta sería para mí una verdadera complacencia. Tendré mucha satisfacción tratar, cuando las circunstancias lo permitan, a un sujeto de tan dignas y recomendables prendas como VS, y entretanto ruego a Dios guarde su vida muchos años.- Santa Cruz de Tenerife 26 de Julio de 1797. Besa la mano de VS su más atento servidor, Antonio Gutiérrez.
Sr. Almirante D. Horacio Nelson.


  Es difícil encontrar palabras para definir la extraordinaria conducta de dos auténticos caballeros; Nelson la regaló al gobernador 1 queso y 1 barril de cerveza, correspondiéndole éste con dos botella de buen vino. Este comportamiento, en todo caso, puede resumirse en la locución si sic omnes, es decir, que si todos los hombres fueran así, como ellos, el mundo sería mucho mejor.

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