domingo, 23 de junio de 2013

SOLSTICIO DE VERANO EN ALOSNO (HUELVA)


Alberto Casas.



            Astronómicamente, el solsticio de verano, solsticio vernal, corresponde a la máxima declinación del sol, 23º 28’ aproximadamente, al pasar por el primer punto de Cáncer; ese día comienza el verano y es el más largo del año en el hemisferio norte, mientras que a su paso por el primer punto de Capricornio (solsticio de invierno o solsticio hiemal) en el hemisferio sur, es el día más corto y comienza el invierno. Tradicionalmente, esta efeméride desde los tiempos más primitivos ha tenido una gran trascendencia social, pues el hombre ha sido consciente de que a partir de ese momento se le ofrecía la oportunidad de acceder a una nueva peregrinación existencial, material y espiritual, a través del fuego purificador, atributo simbólico del sol, el padre de la vida.
   La mitología del solsticio de verano nos revela que no se trata simplemente de una liturgia formal de iniciación, sino que el verdadero valor de la consagración heliaca consiste en su universalidad y en su ardiente ritual y ceremonioso que el cristianismo, sabiamente, ha respetado incorporando muchas de las solemnidades solsticiales de su vetusta raigambre pagana y mágica al culto de San Juan Bautista,  personificación de la luz que brilla en el firmamento iluminando la crucial batalla entre el bien y el mal, la fertilidad y la carestía, el nuevo tiempo y el pasado. Los puntos solsticiales, sol sistere (sol quieto), de los trópicos coinciden, precisamente, con las dos festividades religiosas más importantes que se celebran en el mundo entero y que la Iglesia ha recogido convirtiéndolas en el día de San Juan, el 24 de junio, y el 24 de diciembre en Navidad, escenificadas en Alosno, la primera con la Danza de los Cascabeleros y el Parao; y la segunda advocada con la Romería de la Rama o de las Ramas, cuyas raíces se hunden en el amanecer de la humanidad.

   La danza, etimológicamente mover el cuerpo arriba y abajo, desde sus orígenes ha consistido en la ejecución de una serie de movimientos (Concor-danza=concordancia) llamados mudanzas, en armonía con las fuerzas que rigen el orden y el ritmo de la naturaleza que marcan el curso aparente del astro rey, pero, asimismo, simboliza el referente de la personalidad propia y genuina de una colectividad que individualmente la ritualiza distinguiéndola de las demás. Esta seña de identidad permanece inmutable en sus raíces, y todavía, en la actualidad, podemos localizar a un pueblo por las peculiaridades singulares de sus danzas, revelándonos sus fuentes vernáculas: la sardana en Cataluña, la jota en Aragón, la muñeira en Galicia, el zorcico en Euskadi, el zángano en Murcia, el telepetre en Cantabria, la isa en Canarias, la vaqueirada en Asturias, o los cascabeleros y el parao en Alosno.
   Según los expertos, el vibrante acompañamiento de cascabeles es la arcaica divisa de la virilidad, incluso para algunos simboliza los genitales, la fecundidad, razón, en este caso, que justifica ponderadamente el hecho de que sólo intervengan varones mayores de 21 años y menos de 40.
   Don Julio Caro Baroja (1914-1995), en sus trabajos de campo de investigación antropológica recorriendo toda España, al recalar en la provincia de Huelva (1949) acompañado de George Foster, entonces director del Institute of Social Anthropology de la Smithsonian Institution de Washington, que se encontraba realizando unos estudios comparados de la cultura popular española y de la América hispana, quedaron sorprendidos y deslumbrados del tesoro histórico, social y cultural que ante su vista ofrecía el área de la zona  comprendida entre Alosno, Puebla de Guzmán y El Cerro, vértices geográficos del  triángulo mágico andevaleño.

   Su entusiasmo y admiración crecían conforme muchas de las claves alegóricas del del solsticio de verano en las sociedades primitivas las iban descifrando, con la inestimable y desinteresada colaboración de la gente del pueblo, a la que Caro Baroja manifiesta públicamente su agradecimiento y homenaje, entre otras a la alosnera Margarita Bowie, viuda de Lisardo, depósito de todas las tradiciones de la comarca. También Foster apreció este novedoso y eficaz enfoque de investigación plasmándolo en su obra Antropología aplicada:

Un antropólogo descubre que debe trabajar con informantes deseosos de ser sus amigos, con quienes puede establecer contactos. Es trigo para el molino del antropólogo.

  Caro Baroja, años después, al escribir el prólogo de Alosno palabra cantada - el año poético en un pueblo andaluz, escrito por su amigo y colaborador el antropólogo, lingüista y escritor onubense Manuel Garrido Palacios, hijo predilecto de Alosno, recuerda algunas experiencias humanas y etnográficas vividas en sus días inolvidables en El Alosno, como la siguiente:

Pude comprobar, por ejemplo, que canciones que me cantaba de niño mi abuela, aprendidos cuando recién casada, allá hacia 1868, vivió en las minas de Río Tinto, seguían cantándose de la misma manera que ella las cantaba: en el Cerro, en la Puebla de Guzmán y en el pueblo que es objeto de este hermoso libro: Alosno.
           
   En el solsticio de verano alosnero está depositado un rancio acervo de celebraciones tradicionales, festivas, religiosas o marciales, manifestadas en cánticos y danzas, quizás las mismas o parecidas a las que describe Strabón (s. I a. J.C.) en el Libro III, dedicado a Iberia, de su Geographiká: danzan los hombres al son de flautas y trompetas, saltando en alto y cayendo en genuflexión, coreografía que en cierta manera nos evoca la apoteosis de la  folía fina en honor y ofrenda al Santo Patrón, San Juan Bautista, cuya intercesión también impetramos para que se mantenga con la misma pureza, belleza y autenticidad el excepcional patrimonio que heredamos de nuestros antepasados danzadores.

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