domingo, 28 de abril de 2013

AUTO DE FE

Alberto Casas.

                 
AUTO  DE  FE

                En 1680 se celebró en Madrid, con asistencia y en obsequio de Su Majestad Carlos II y de su esposa, la siempre triste e impopular María Luisa de Orleáns, un Auto General de la Fe inolvidable; el espectáculo fue grandioso y la gente salió encantada esperando que pronto se repitiera, pues era algo excepcional que valía la pena volver a contemplar y disfrutar.
   Hay que reconocer que el mérito de la deslumbrante representación fue del Inquisidor General, el Excmo. Sr. Don Diego Sarmiento de Valladares, obispo de Oviedo y Plasencia y  Presidente del Real Consejo de Castilla, que puso todos sus afanes, recursos y ciencia en que el acto fuera del agrado de los reyes y que el numeroso público asistente no saliera defraudado del festejo que, gracias al buen hacer y celo de don Joseph del Olmo, Alcayde y Familiar del Santo Oficio, Ayuda de a Furriela de Su Magestad y Maestro Mayor del Buen Retiro y Villa de Madrid, conocemos en  todos sus detalles.

   El Auto no sólo era un homenaje al Glorioso Triunfo de la Fe contra la herética pravedad , sino que en aquellos momentos era políticamente oportuno para distraer al pueblo del descontento reinante por los graves quebrantos económicos que estaba produciendo la reforma monetaria y, además, para animar a la aburrida reina acostumbrada a las divertidas y chispeantes fiestas de la Corte parisina, razones por las que el duque de Medinaceli, don Juan Francisco de la Cerda Enriquez Afán de Rivera,  tuvo la feliz idea de organizar un Auto de Fe cuyo anuncio se pregonó el 30 de Mayo de 1680, fecha que coincidía con la festividad de San Fernando, canonizado ese año, y con la de la Ascensión del Señor.
   El solemne cortejo, llamado el Escuadrón de la Fe, estaba formado por ciento cincuenta Familiares del Santo Oficio montados en gallardos y generosos caballos, y ellos vestidos y encintados con joyas y veneras de diamantes y otras piedras preciosas. La comitiva, enarbolando los dos estandartes de la Inquisición, el de la Cruz Verde sobre campo negro, con un ramo de olivo a su derecha, símbolo del perdón, y una espada en su lado siniestro, símbolo de la Justicia, y el de la Cruz Blanca, blasón de la fe irreducible, recorrió las calles de Madrid haciendo ocho paradas para dar lectura al siguiente bando a cargo de don Lucas López de Moya, Familiar y Notario de Numero de la Inquisición de esta Corte.

Sepan todos los vecinos y moradores de esta Villa de Madrid, Corte de Su Majestad, estantes y habitantes en ella, como el Santo Oficio de la Inquisición de la Ciudad y Reino de Toledo celebra Auto público de la Fe en la Plaza Mayor de esta Corte, el domingo 30 de Junio de este presente año, y que se les conceden las gracias e indulgencias por los Sumos Pontífices dadas a todos los que acompañaren y ayudaran a dicho Auto. Mándase publicar para que venga a noticias de todo”.

   De los preparativos se ocuparon distintas Comisiones encargadas de que nada faltara ni nada fallara: reposteros, colgaduras de damasco carmesí, alfombras, tapices, velas con la insignia del Santo Oficio, asientos, adornos, vestuario de los reos, refrescos, arreglo del teatro montado en la Plaza Mayor a imagen y semejanza del estrado al que todos subiremos el día del Juicio Final en el  valle de Josafat, y en las ventanas y calles por donde debía pasar la comitiva, clarines y timbales que con armonioso ruido solemnizaran la acción. Se creó, expresamente para tan extraordinario evento, una compañía de alabarderos y 250 Soldados de la Fe armados con mosquetes, arcabuces y picas, vestidos de raso negro y cabos de tela de guarniciones de encaje fino de plata, plumas blancas y negras en los sombreros y relucientes alabardas en las manos, velando el orden público y todo lo necesario para el buen funcionamiento del brasero situado en la Puerta de Fuencarral; ésta fuerza estaba mandada por el marqués de Malpica montado en caballo tordillo con silla de plata y el caballero vestido de tafetán negro bordado de blanco y plata y luciendo venera de diamantes escoltado por dieciocho lacayos vestidos de paños de holanda con guarniciones de oro. Detrás iba un coche rico de terciopelo, blanco y verde, que tiravan cuatro caballos.

   El Paseo Triunfante, como se denominó el fastuoso cortejo, empezó la tarde del día el 29 de Junio con un impresionante desfile en el que participaban los Regidores de la Villa, Maestres de Campo, Gentiles Hombres de la Cámara de S. M., los Niños de la Doctrina, Cofradías, el estandarte real portado por el duque de Medinaceli, Caballero del Toisón de Oro y Primer Ministro; a continuación seguían los Grandes de España, Caballeros de las Ordenes Militares (Santiago y Calatrava), padres capuchinos, recoletos, agustinos, mercedarios, trinitarios, carmelitas, mínimos, franciscanos y dominicos; ministros, notarios de la corte, mayordomos, comisarios, corregidores, consultores y calificadores; alabarderos, Familiares del Santo Oficio y, por último, con majestuosa pompa, vestido de morado con muceta, falda larga de chamelote de aguas con sombrero de que pendían borlas y cordones, el Inquisidor General acompañado del Tribunal de la Corte, Alguaciles, Secretarios, Fiscales, Consejo Supremo de la Santa y General Inquisición, Vicarios, Diáconos y Canónigos, llevando delante los reos, 118, con sus Sambenitos y corozas; 34 estaban representados en estatua (muertos, fugitivos y ausentes), y el resto constituido por  bígamos, apostatas, alumbrados y judaizantes convertidos, quedando 18 condenados a la hoguera, de los que 5 eran mujeres y 12 iban maniatados y amordazados.
            Luego vino la Misa Mayor que duro más de doce horas, sermones, lectura de las causas y sentencias. Las condenas fueron variadas: cárcel perpetua, destierro, azotes, 5 años en galeras, confiscación de bienes y, para remate, la apoteosis final con la conducción al brasero de los relajados al brazo seglar; unos ejecutados por garrote y los pertinaces al fuego; después, los cadáveres fueron quemados hasta quedar convertidos en cenizas.
   Fin del Auto y de la Relación del Sr. del Olmo, Dedicado al Rey N. S. Carlos Segundo Gran Monarcha de España y del Nuevo Mundo, que Dios guarde. La relación la termina con un Laus Deo, a modo de colofón.

El Auto no sólo era un homenaje al Glorioso Triunfo de la Fe contra la herética pravedad , sino que en aquellos momentos era políticamente oportuno para distraer al pueblo del descontento reinante por los graves quebrantos económicos que estaba produciendo la reforma monetaria y, además, para animar a la aburrida reina acostumbrada a las divertidas y chispeantes fiestas de la Corte parisina, razones por las que el duque de Medinaceli, don Juan Francisco de la Cerda Enriquez Afán de Rivera,  tuvo la feliz idea de organizar un Auto de Fe cuyo anuncio se pregonó el 30 de Mayo de 1680, fecha que coincidía con la festividad de San Fernando, canonizado ese año, y con la de la Ascensión del Señor.
   El solemne cortejo, llamado el Escuadrón de la Fe, estaba formado por ciento cincuenta Familiares del Santo Oficio montados en gallardos y generosos caballos, y ellos vestidos y encintados con joyas y veneras de diamantes y otras piedras preciosas. La comitiva, enarbolando los dos estandartes de la Inquisición, el de la Cruz Verde sobre campo negro, con un ramo de olivo a su derecha, símbolo del perdón, y una espada en su lado siniestro, símbolo de la Justicia, y el de la Cruz Blanca, blasón de la fe irreducible, recorrió las calles de Madrid haciendo ocho paradas para dar lectura al siguiente bando a cargo de don Lucas López de Moya, Familiar y Notario de Numero de la Inquisición de esta Corte.

Sepan todos los vecinos y moradores de esta Villa de Madrid, Corte de Su Majestad, estantes y habitantes en ella, como el Santo Oficio de la Inquisición de la Ciudad y Reino de Toledo celebra Auto público de la Fe en la Plaza Mayor de esta Corte, el domingo 30 de Junio de este presente año, y que se les conceden las gracias e indulgencias por los Sumos Pontífices dadas a todos los que acompañaren y ayudaran a dicho Auto. Mándase publicar para que venga a noticias de todo”.

   De los preparativos se ocuparon distintas Comisiones encargadas de que nada faltara ni nada fallara: reposteros, colgaduras de damasco carmesí, alfombras, tapices, velas con la insignia del Santo Oficio, asientos, adornos, vestuario de los reos, refrescos, arreglo del teatro montado en la Plaza Mayor a imagen y semejanza del estrado al que todos subiremos el día del Juicio Final en el  valle de Josafat, y en las ventanas y calles por donde debía pasar la comitiva, clarines y timbales que con armonioso ruido solemnizaran la acción. Se creó, expresamente para tan extraordinario evento, una compañía de alabarderos y 250 Soldados de la Fe armados con mosquetes, arcabuces y picas, vestidos de raso negro y cabos de tela de guarniciones de encaje fino de plata, plumas blancas y negras en los sombreros y relucientes alabardas en las manos, velando el orden público y todo lo necesario para el buen funcionamiento del brasero situado en la Puerta de Fuencarral; ésta fuerza estaba mandada por el marqués de Malpica montado en caballo tordillo con silla de plata y el caballero vestido de tafetán negro bordado de blanco y plata y luciendo venera de diamantes escoltado por dieciocho lacayos vestidos de paños de holanda con guarniciones de oro. Detrás iba un coche rico de terciopelo, blanco y verde, que tiravan cuatro caballos.
  

El Paseo Triunfante, como se denominó el fastuoso cortejo, empezó la tarde del día el 29 de Junio con un impresionante desfile en el que participaban los Regidores de la Villa, Maestres de Campo, Gentiles Hombres de la Cámara de S. M., los Niños de la Doctrina, Cofradías, el estandarte real portado por el duque de Medinaceli, Caballero del Toisón de Oro y Primer Ministro; a continuación seguían los Grandes de España, Caballeros de las Ordenes Militares (Santiago y Calatrava), padres capuchinos, recoletos, agustinos, mercedarios, trinitarios, carmelitas, mínimos, franciscanos y dominicos; ministros, notarios de la corte, mayordomos, comisarios, corregidores, consultores y calificadores; alabarderos, Familiares del Santo Oficio y, por último, con majestuosa pompa, vestido de morado con muceta, falda larga de chamelote de aguas con sombrero de que pendían borlas y cordones, el Inquisidor General acompañado del Tribunal de la Corte, Alguaciles, Secretarios, Fiscales, Consejo Supremo de la Santa y General Inquisición, Vicarios, Diáconos y Canónigos, llevando delante los reos, 118, con sus Sambenitos y corozas; 34 estaban representados en estatua (muertos, fugitivos y ausentes), y el resto constituido por  bígamos, apostatas, alumbrados y judaizantes convertidos, quedando 18 condenados a la hoguera, de los que 5 eran mujeres y 12 iban maniatados y amordazados.
            Luego vino la Misa Mayor que duro más de doce horas, sermones, lectura de las causas y sentencias. Las condenas fueron variadas: cárcel perpetua, destierro, azotes, 5 años en galeras, confiscación de bienes y, para remate, la apoteosis final con la conducción al brasero de los relajados al brazo seglar; unos ejecutados por garrote y los pertinaces al fuego; después, los cadáveres fueron quemados hasta quedar convertidos en cenizas.
   Fin del Auto y de la Relación del Sr. del Olmo, Dedicado al Rey N. S. Carlos Segundo Gran Monarcha de España y del Nuevo Mundo, que Dios guarde. La relación la termina con un Laus Deo, a modo de colofón.







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