sábado, 9 de marzo de 2013

IR DE CACHONDEO Y A LA CONQUISTA DE TÚNEZ

A. Casas.

En la almadraba campea la libertad y luce el trabajo, frutos maduros cuya lucrativa cosecha de incautos recogían los corsarios berberiscos que realizaban sus depredadoras incursiones con relativa desenvoltura, en primer lugar, por la poca distancia entre sus bases del norte de África y las factorías salazoneras que les permitían realizar las expediciones amparados en la oscuridad de la noche; y, en segundo lugar, por la incomprensible indefensión de costas y playas. Además, los piratas, bien informados, aprovechaban las orgías, francachelas y comilonas que se celebraban en los campamentos que se montaban en las orillas del río Cachón, donde el vino, el juego, el cante, el baile, la trifulca y el negocio del amor se consumían hasta el desenfreno y total aturdimiento, convirtiéndose en presas fáciles de los avisados corsarios. Acudir a los ranchos del río Cachón suponía que se iba a pasar unas veladas de festejos, diversión, socarronería y chanza, por lo que pronto, para puntualizar el verdadero significado de estas ocasiones, se vulgarizó la expresión ir de cachón-deo que aún se usa en nuestros días.
   Sonadas fueron las razzías berberiscas de 1481, 1515, 1543, 1574 y 1612 por el crecido número de cautivos que hicieron, sorprendiendo a la mayoría en pleno sueño o sin fuerzas para reaccionar y defenderse, sin que apenas resultaran eficaces el levantamiento de torres almenaras ni armar a los jabegueros. Pedro de Medina refiriéndose al asalto de 1515, escribe:

Ni al desembarcar, ni por el camino, ni la entrada, nunca fueron sentidos, que no hubo guarda, n i vela ni escucha, ni otra cosa que le embarazase.

   En el Trato de Argel, Cervantes cuenta el episodio, probablemente verídico y del que pudo ser testigo, pues no en vano sufrió cautiverio durante cinco años en los tristemente famosos baños de aquella ciudad, en el que el rey de Argel interroga a un cautivo que ha tratado de huir: ¿A dónde cautivaste?, le pregunta, y el infeliz contesta, En la almadraba. Esta situación justifica el dicho popular de anochecer en Zahara y amanecer en Túnez.
Pero estos riesgos y peligros no arredraban a las miles de personas que en primavera y otoño emprendían el peregrinaje a las almadrabas de Huelva y, sobre todo a las de Conil y Barbate. Abundaban los ciegos que veían, los vagabundos y la flor de la  picaresca: “Percheles de Málaga, Compás de Sevilla, Azoguejo de Segovia, la Olivera de Valencia, Rondilla de Granada, Playa de Sanlúcar, Potro de Córdoba, Ventillas de  Toledo y otras diversas partes,

donde había ejercitado la ligereza de sus pies, la sutileza de sus manos, haciendo muchos tuertos, recuestando muchas viudas, deshaciendo algunas doncellas y engañando a algunos pupilos, y, finalmente, dándose a conocer por cuantas audiencias y tribunales hay casi en toda España” (D. Quijote. 1-3).

   Si les preguntaban respondían que Iban por atunes y a ver al Duque, sabedores de que el noble y su corte no faltaban ni un solo año, observando el trabajo de los más de 500 almadraberos ocupados en la levantá y el ronqueo. También los había que en su largo nomadeo se plantaban en las plazas de pueblos y aldeas solicitando ayuda para la heroica y cristianísima cruzada a la que se dirigían: Iban a la conquista de Túnez, a luchar contra los infieles para liberar a los miles de cristianos cautivos, aun a sabiendas que muchos de ellos morirían y muchísimos también serían esclavizados y los más sufrirían la palma del martirio, pero eso no los detenía, sino al contrario, plantar la cruz de Cristo en la tierra moruna era lo único que les importaba. Esta fe y este sacrificio ablandaban los corazones de la sencilla gente que pugnaban por hospedarlos en sus casas; los mantenían, los vestían y los ayudaban económicamente según las posibilidades de cada uno. Cuando se descubría el engaño, los tunantes se defendían argumentando que les habían entendido mal, que ellos lo que pregonaban es que Iban a la conquista de los Atunes.

Con el descubrimiento de la llamada “Conjura de Andalucía” (1641), comenzó el declive de los Guzmanes, los dioses de los atunes, que fueron siendo desposeídos de sus privilegios señoriales que culminaron el 20 de febrero de 1817 aboliéndose la concesión real de las almadrabas y que estas pasaran a gremios de gente de la mar.  En Huelva, ya muy entrado el siglo XX, había calados gran cantidad de estos artificios almadraberos, como los de “Punta Umbría”, el “Terrón”, “La Tuta”, Nª Sª de la Cinta”, “Las Arenas”, “Cabeza Alta”, “Colón”, “La Rifa”, “La Higuera”, “Las Cabezas”, que fue la primera en España que se montó de derecho, “Las Torres” y la kilométrica “Reina Regente” que ocasionó más de un conflicto internacional. La peligrosa proximidad entre los pesqueros (lugar de ubicación de las almadrabas) y las numerosas solicitudes para instalar otros nuevos se regulo por Real Decreto, en 1899, estableciéndose que la distancia mínima entre ellos debía ser de 5 millas.
   El enorme coste en embarcaciones (jábegas), redes (cámaras, buches, bodornales, copos y raberas de tierra y de fuera) anclas, servicios (chancas y piletas), hombres (jabegueros o pelaos) etc., la escasez de atunes que hoy se pescan en alta mar, y el gran número de personal que en  sus distintas profesiones y especialidades se requiere, tanto de mar como de tierra, han sido la causa de su progresiva desaparición, manteniéndose únicamente la de Barbate con capital japonés.

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