viernes, 15 de marzo de 2013

El COMPÁS DE SEVILLA

A. Casas.

El ventero que arma caballero a don Quijote (I-3), le cuenta al hidalgo manchego

que él ansimesmo, en los años de su mocedad se había dado a aquel honroso ejercicio, andando por diversas partes del mundo, buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles de Málaga, Islas de Riarán, Compás de Sevilla, Azoguejo de Segovia, la Olivera de Valencia, Rondilla de Granada, Playa de Sanlúcar, Potro de Córdoba y las Ventillas de Toledo y otras diversas partes, donde había ejercitado la ligereza de sus pies, sutileza de sus manos, haciendo muchos tuertos, recuestando muchas viudas, deshaciendo algunas doncellas y engañando a algunos pupilos, y, finalmente, dándose a conocer por cuantas audiencias y tribunales hay en casi toda España.

   El ventero, Juan Palomeque el Zurdo, natural de Sanlúcar de Barrameda, se ha curtido en las más notables Universidades de la rufianesca, entre ellas la del Compás de Sevilla, la mancebía de más tronío de Europa, venta común de damas de partido, rameras (de las puertas de sus nidos colgaban un ramo de manzanilla), coimas y pencurias, cuyo distintivo del oficio,  establecido en las Ordenanzas, consistía en cubrirse con un medio manto negro, no pudiendo usar en la calle ni guantes ni sombrero: entraron dos mozas cubiertas con medios mantos, por donde, en viéndolas Rinconete y Cortadillo, conocieron que eran de la casa llana.
  
Todas las concubinas en general, y en particular las de los eclesiásticos y las mujeres de costumbres sospechosas o escandalosas, no podrán llevar vestidos largos, ni velos, ni prenda alguna que las asemeje a las mujeres honestas.
La misma prohibición alcanza a las mujeres públicas que corren el mundo.
(Ordenanzas Municipales de Sevilla. 1527)

   El Compás era una república de callejas estrechas y retorcidas que se extendían desde la Puerta de Triana hasta la del Arenal, engrilletadas por una muralla con una sola puerta de acceso y un postigo llamado el golpe, controlado por el general o padre (hostaler en Aragón) de la putería. Muchas de sus zahurdas eran propiedad de la Iglesia y de conventos.
Cervantes alude frecuentemente al Olimpo de la prostitución sevillana:
y sé yo bien que la fatal cuadrilla,
 antes que allí, holgara de hallarse
 en el Compás de Sevilla
 (Viaje del Parnaso).

   El  nombramiento del padre de la mancebía correspondía a los propietarios de las casas llanas, previo juramento ante el escribano del Concejo de cumplir las reglas de su honrado oficio. Era el encargado de comprobar que la manceba ya había cumplido doce años, había perdido la virginidad y no era negra ni mulata; de cobrar los alquileres, de fijar el precio del servicio, admitir o rechazar tusonas, prestarles dinero, ejercer de alcahuete, acompañar a las niñas a misa (no podían llevar rosarios), cuidar de que en los cuchitriles o boticas no faltasen, como mínimo, un candil, una silla, una sábana, una manta, una almohada y dos colchones en la cama, y, naturalmente, responder ante la justicia en caso de mal uso de sus atribuciones.
   Cuando don Tello tiene noticias de que a un padre llevan preso, pregunta de qué Orden es, y la Antonia le responde:

De los de la casa llana
 es alcalde, con perdón,
 señor, de la mancebía,
 a quien llaman padre hoy día
 las de nuestra profesión;
 su tenencia es casa llana,
 porque se allanan en ella
 cuantas viven dentro della.
 (El rufián dichoso).

   En cierto, modo el Compás era garantía, no sólo de seguridad en materia de sanidad e higienes, sino también de orden publico, y de moral evitando malos mayores, como la violación, el adulterio la sodomía, etc, condición que no reunían otros prostíbulos de la ciudad, como los de la Barqueta, el Alamillo, la venta de la Negra, las de  del Arenal y el campo de Tablada, que acogían una nómina de mujeres perdidas, de golfas, pelanduscas, cantoneras (las que ejercían el oficio en las esquinas), izas, rabizas, lumias, meretrices y busconas que algunos cronistas cifraban en más de 5.000, cortesanas, barraganas y mantenidas aparte. No en balde Lope de Vega da el título a Sevilla de Puerto y Puerta de las Indias, y el embajador veneciano Navagiero escribía que la ciudad esta casi en poder de las mujeres.
   Cervantes escribe bastante sobre estos antros perdularios, contándonos en La ilustre fregona como don Diego de Carriazo, de joven, aprendió el oficio de pícaro en los garitos de Madrid, en las Ventillas de Toledo y en las Barbacanas de Sevilla. La prostitución, al menos en la forma, estaba perfectamente regulada y supuestamente controlada, ancha y larga es la calle de la justicia, estando terminantemente prohibido ejercerla fuera de los burdeles autorizados y registrados en el Concejo, por lo que, y Sevilla estaba llena de ellas, por todas partes existían casas de citas a las que la socarronería popular había bautizado con el nombre de monasterios.
   En el Rufián dichoso abundan las referencias a estos muladares de la carne: la cita que piden a Lugo la Salmerona, la Pava, la Mendoza y la Librija:

en el famoso Alamillo
 hagas de tu visita alarde

   O el discurso del Alguacil:

Cuán mejor pareciera el señor Lugo
 en su colegio que en su Barbacana,
 el libro en mano, y no el broquel en cinta

   O en la despedida del Lagartija:

Pues, ¡sus!, vámonos nosotros
 a la ermita del Compás

   O cuando fray Antonio exclama:

No saldrá por esa puerta
 jamás mi melancolía;
 no me he de extender a más
 que a quejarme y a sentir
 la ausencia del Compás

   O cuando Lugo, convertido en fray Cristóbal de la  Cruz, amonesta a fray Antonio:

De aquella gente perdida
no debe acordarse más,
ni del Compás, si hay compás
do se vive sin medida

   Aunque la prostitución no era pecado siempre que la fornicación se pagara, las  había que la practicaban por circunstancias muy especiales, por lo que en un momento determinado y propicio aprovechaban para retirarse, contando para ello con establecimientos adecuados: eran las arrepentidas, para las que se fundó y acondicionó para su asilo y retiro la Casa de la Magdalena (Convento del Dulcísimo Nombre de Jesús).

   Sólo queda para cerrar el círculo de la Nueva Babilonia el grupo de los cornudos y consentidos.
    A pesar del dicho, quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla. Rinconete aconseja a Cortadillo abandonar aquella tan famosa ciudad de Sevilla, pues casi al descubierto vivía en ella gente tan perniciosa y tan contraria a la misma naturaleza, y propuso en sí de aconsejar a su compañero no durasen mucho en aquella vida tan perdida y tan mala, tan inquieta, y tan libre y disoluta

   Cuando Noema, Hija de Lamec y hermana de Tubal Caín inventó la prostitución ¿se imaginaba el descomunal polverío que estaba levantando?



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